Eso es lo que pensé cuando vi al arzobispo de Tegucigalpa amenazando con posibles muertes al presidente de Honduras, si éste se atrevía a volver al país.
Por lo que veo, no somos los únicos que tenemos que sufrir a una Conferencia Episcopal poblada por una jauría de obispos con ansias de poder e ínfulas de señores de la guerra...
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