Trabajar en la
oficina de atención al cliente de MetroValencia debe de ser
exasperante. Hoy me he visto obligado a realizar una gestión en
dicha oficina y he tenido que presenciar cómo un par de garrulos
enajenaban al empleado de turno.
El primero de ellos
se trataba de un gritón en chándal que había conseguido destrozar
el chip de su abono en tan solo cuatro días. El tipo no ha llegado a
montar una escena pero se dedicaba a quejarse estúpidamente en busca
del apoyo del resto de clientes: una pareja de postadolescentes
porreros y servidor.
La susodicha pareja
estaba compuesta por dos especímenes prototípicos de “ninis”
fumadores de hachís que se han dedicado a elucubrar en voz alta
acerca de los objetos de la oficina que podrían sustraer. Por lo
visto tenían a un tío “en Picassent” y uno de ellos quería
visitarlo mientras que el otro no parecía muy convencido… Me
pregunto quién de los dos se habrá impuesto. Desgraciadamente, iban
detrás de mí, así que no he podido deleitarme con el problema que
les forzaba a acudir a la oficina de atención al cliente.
Para colmo, al subir
al tren he coincidido con un grupo de chavales equipados con unos
potentes altavoces que nos han deleitado con una horrible batalla de
gallos que versaba acerca de los grandes problemas que amargan la
vida a un joven de 16 años.
He acabado
planteándome si no debería comprarme un coche y abandonar el
transporte público.
PD: Hoy he recordado que tenía un blog.
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